Una de las observaciones psicológicas más manoseadas entre los gurús de la psicología de bolsillo es aquella que dice que, frente a una foto de grupo, la primera cara que buscamos es la nuestra (obviamente aplica si estuvimos ahí, si no, pues es como buscarte en la ceremonia de clausura Olímpica cuando estás instalado en la tele de tu sala viéndola… daaah).
Otro tanto, diría Graves, ocurre con la Teoría del Espiral donde una de las primeras inquietudes que nos pican una vez conocido el sistema completo es “¿y yo de qué color seré?”
Siento mucho desilusionar a los dos lectores y medio de este blog, pero en la teoría de Graves no existe el “test del Vanidades” para averiguar “de qué color somos” (¿es usted celosa? Conteste 10 sencillas preguntas y sabrá si es una arpía, le ponen el cuerno, o su nivel de paranoia romántica está dentro de la normalidad estadística).
Hacer un test, sostenía Graves, llevaría a más de uno a pensar que su color era un tipo de personalidad fijo. Pero nadie “es” realmente Rojo o Verde, Azul o Amarillo. Todos -en el lugar y momento adecuados- vivimos la vida subiendo y bajando por el arcoiris, con alguna preferencia temporal más o menos estable (observación sociológica personal: ponernos al volante de un auto en hora pico nos regresa en automático a la etapa cromañonica Roja).
Así que -salvo por los que quieran invertir $57 USD en este test para saber en qué color se han instalado temporalmente- a los demás no nos queda otro camino que el del Oráculo de Delfos que, a falta de tests, recomendaba el “¡Gnothi Seauton!” de donde surgiría la filosofía socrática. O sea, Cónocete a tí mismo…
Y aquí hay varias estrategias para los que quieran entrarle: mi favorita es utilizar una tarde de ocio (si, no se hagan los ocupados -todos las tenemos- y por lo general las desperdiciamos viendo tele), en hacer una “biografía cromática” que consiste en hacer una lista de nuestros momentos existenciales importantes (con crema al gusto) o sacar la caja de zapatos de nuestras fotos y recuerdos, asignarles un color y poner esos momentos en una escala de tiempo: en el ’92 andaba yo (of all places!) en el Vaticano con el Papa y leía encíclicas por gusto… OMG! Azul, pintada de Azul (utz, ya reencarné como 10 veces!). En el ’99, era una insoportable yuppie naranja de la industria electrónica y mis “gadgets” tenían más kilometraje que mis neuronas…
Y así le seguimos -cada cual con esos que Simone De Beauvoir llamaba sus “momentos existenciales definitorios”- lo que más o menos nos dará, como a Gregor Samsa personaje de “La Metamorfósis” kafkiana, una idea de cómo llegamos a ser el bicho que hoy somos. (Nota de la redacción: la fecha de matrimonio es irrelevante para este ejercicio pues -al margen del color y edad en que se hayan casado-, admítanlo: estaban demasiado VERDES para ello, ja, ja, ja…)
En el Espiral no hay Gris
¿Se dieron cuenta? El Espiral de Graves no incluye el gris y sospecho que no es coincidencia. Muy al contrario, la falta de tonos “ni fú, ni fá” en la Teoría de Graves debe dejarnos claro que, al margen del color en el que estemos instalados -todos son necesarios y aportan a la riqueza del espiral y de la vida- lo importante es abrazar las posibilidades de crecimiento de ese color y mantenerlo sano (propositivo y no impositivo, pues’n).
Y es que, si bien el desarrollo de colores mentales no está del todo en nuestras manos -pues según Graves depende de circunstancias fuera de nuestro control como lugar y época donde nacimos, nivel socioeconómico, educativo, genética y entorno macro- si somos dueños de nuestro entorno micro: nuestra dieta mental, las experiencias a las que les damos entrada, la gente con quien decidimos rodearnos, las ideas a las que les damos vueltas, las conversaciones que elegimos tener (con otros y en ese “diálogo del alma consigo misma” que Platón llamaba pensamiento), la forma como empleamos nuestro ocio…
Todo esto, dice Graves, tiene un impacto tan o más profundo sobre nuestro desarrollo mental que las circunstancias que no elegimos y es, de hecho, el origen de la bendita insatisfacción que ha llevado a la Humanidad a ampliar su repertorio mental: “En cada etapa de la existencia humana -escribe Graves- el ser humano adulto se lanza en la búsqueda de su Santo Grial, esa forma de vida que desea realizar… En cada etapa cree que encontrará la respuesta a su existencia. Sin embargo -muy a su pesar y sorpresa- la respuesta que encuentra no es definitiva, pues conforme resuelve un grupo de problemas existenciales, otro grupo toma su lugar. La búsqueda es infinita.”
Dicho en términos de la sabiduría popular Verde-Morada: arrieros somos y en el camino andamos, todos buscando la felicidad según nuestros muy particulares parámetros.
De mi Amor por el Espiral
En fechas ya no tan recientes, hice una Maestría Online en Psicología Profunda (Jung y post-Jungianos) y de todo lo que estudié, el Espiral de Graves, fue de mis favoritos precisamente por su humanismo, porque cumple la promesa de su fundador de “Maldición! Dar a cada quien el derecho de ser lo que es!” sin clasificarlo en los estrechos límites binarios de la psicología moderna o el maniqueísmo religioso.
Con su Arco Iris incluyente, la Teoría del Espiral ha ayudado a decenas de personas a conocerse mejor, a apreciar a los demás, a comunicarse con gente de otros colores, a resolver conflictos personales y sociales (la teoría fue fundamental para sanar las heridas del apartheid en Sudáfrica), a profundizar las relaciones humanas, a ser más compasivos, a ser más tolerantes de otros puntos de vista y formas de vida, a no temer la aventura de crecer y aprender ad infinitum, a disfrutar cada etapa y color, a ayudar a quienes presentan colores enfermos, y, last but not least, a recuperar la sabiduría como fin último del desarrollo humano (de eso hablaremos largo y tendido más adelante).
Y, como nada de eso va a ocurrir por si solito, ay les van unos tips para que no se duerman en sus coloridos laureles sino que se lancen -como el “Curiosity” de la NASA (¡lindo nombre!)-, en pos de nuevos y maravillosos descubrimientos de lo que significa ser humano:
A) Práctica de Yoga Neuronal: abrir nuestro horizonte conceptual a través del estudio, la lectura y exposición a nuevas ideas (que para eso está el Zoo). Flexibilizar nuestro concepto de verdad para no incurrir en dogmatismos neuróticos de la mía es la Única y Completa Verdad. Explorar terra incógnita: aprender de temas de los que nada sabemos para polinizar con nuevas perspectivas lo que si sabemos. Recordar aquello que Wittgestein tan bien expresó cuando dijo: “el límite de mi mundo es el límite de mis conceptos” (si no tengo conceptos, mi mundo se acaba en el equivalente mental de Country o el ¡Hola!…)
B) Diversificar la Dieta: Dejar de juntarse con pura GCU (Gente Como Uno) con la que sólo se reciclan chismes e ignorancia. Buscar gente interesante, poco convencional, rarita que desafíe nuestros prejuicios (dime con quién andas y te diré cuales son tus prejuicios)… Ampliar nuestras alternativas de acción por medio de la convivencia con otras culturas y niveles sociales, con personas de mentes de otros colores. Viajar ilustra, decía Aristóteles, aunque sea sólo a los arrabales de tu ciudad (añado yo).
C) Entrenar a los perros de Pavlov: Aumentar el espacio psicológico entre el estímulo y la respuesta que damos. Posponer la gratificación inmediata en aras de decisiones vitales que expresen mejor lo que queremos y somos. Distinguir entre lo que queremos y lo que necesitamos. Liberarnos de la idea dominante de que el consumo trae felicidad (trae -no lo niego-cierta satisfacción y también muchas cuentas).
D) Cardioaerobics: Ejercitar el corazón para ver más a los demás como seres que -en sus “perniciosas” conductas- buscan exactamente lo mismo que nosotros: la felicidad según ellos la entienden y no como nosotros quisiéramos que la entendieran. Ir más allá de la tolerancia a la aceptación plena del otro para enriquecimiento mutuo.
El Fin de la Aventura
Ha sido un viaje largo pero -al menos para mí en calidad de tour guide- sumamente placentero. A mis compas de viaje -Vicky, Marines, Fernando, Gina, Tere, David, Ale, Maite, Ed, Lorena, Raúl, Paty, Claudia, Peggy, Fausto, Gaby, Queta, Astik, Lupina, Juan Manuel, Norma, mi Mamá, Yirna, Fernanda, Carmen, Mónica, y todos los que dieron “Like” y/o anónima y calladamente siguieron esta serie- les agradezco la compañía, comentarios y decisión de compartir esta colorida aventura por los distintos barrios de la sorprendente mente humana.
Antes de que el Curiosity regrese a casa, (cosa que nunca hará, ja, ja, ja) recopilaré los Colores de la Mente en un PDF para que lo puedan bajar y compartir con aquellos de sus conocidos a los que les pueda interesar y/o no les guste leer online y “en abonitos” Elektra (como a su servilleta).
Ahora, con el deber veraniego cumplido, me desaparezco un par de semanas para -como dice Stephen Covey- afilar el hacha.
Entre tanto, y para los que quieran seguirle con los Colores de la Mente, hay les van unos links muy recomendables (en inglés porque desgraciadamente la web hispana está tan saturada de política infraneuronal que no hay espacio para nada más interesante):
Spiral Dynamics: Mastering Values, Leadership and Change de Don Beck y Chris Cowan (Libro)
Certificación en Spiral Dynamics (Curso)
Spiral Dynamics Mini Course by Chris Cowan (PDF)
The Never Ending Upward Quest by Don Beck (Artículo de Revista)
Viajar contigo en la web o en la vida priceless! Thank you!
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Feliz descanso apreciada Claudia. Mira que despues de todo, cómo el que toco la flauta, le atine, pues Graves si vio a los arcoiris que cómo yo caminan hacia el horizonte con la esperanza de alcanzarlo y aunque lo sabemos imposible, neciamente no cejamos, “a lo mejor el caballo vuela” (ya te platicaré de esto). Un abrazo y gozate.
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ya decia mi maestra China de pintura…use the color wheel dear no one thing is just painted of one shade…..love you and thank you!!! xoxo
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Mi estimadísima y sapientísima Claudia de la Luz (por aquello de que la luz -blanca- contiene todos los colores del arco iris), apenas terminé de leer (y releer) a detalle los artículos que me faltaban sobre este maravilloso regalo que nos diste. Y queda confirmado: todo lo que escribes lo conviertes en tesoro. Gracias por esta joya intelectual donde conjugas como siempre la profundidad del pensamiento, la enseñanza práctica y el placer de la lectura. Y perdón porque sé que no eres partidaria de ningún tipo de elogio, pero me ha ganado la emoción: habrá que ir pensando en el escultor que inmortalizará tu figura en el Partenón de Providencia (ya que espero que dentro de muchos, muchos años más, no vayas a querer irte a descansar junto a Carlos Fuentes en París).
Vayan como de costumbre para ti mi admiración y gratitud profundas. Que tengas unas vacaciones espectaculares. Te estaré(mos) esperando en el Zoológico.
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Ja, ja, ja! Con que el menumento no se parezca al de Charles de Gaulle que adorna un parquecito en Providencia (y parece salid de una bolsa de Sabritas de mi infancia: dorado, plasticudo y desfigurado) todo esta arreglado!! Muchas gracias a tí David por los ánimos, comentarios y compañía. Abraxo!
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