Juegos que Juega la Gente (Games People Play)

No sé a mis dos lectores y medio, pero cuando yo era chiquita (allá en el Pleistoceno tardío), corría la curiosa noción de que pasar una que otra tarde en compañía una horda de vociferantes pigmeos en una “fiesta infantil” era requisito sine qua non para desarrollar “habilidades sociales”.

Desconozco si los padres de aquel entonces eran ingenuos o se hacían, pero creer que nuestra participación en las abominables fiestas infantiles nos convertiría en adultos responsables, sociables y normalitos es tanto como creer que afiliarse al PRI lo hace a uno inteligente, honesto y patriota (utz!).

El caso es que, con el deleite que un hereje confeso sentía por un interrogatorio la Santa Inquisición, yo -con todo y mi vocación de eremita misógina- acudía a estas fiestecitas, sabiendo -contra la sabiduría paterna- que lo máximo que dichos aquelarres infantiles de antes (y de hoy) podían darnos era un una educación lúdica bastante destructiva, una visceral aversión a las medianoches Bimbo, a las gelatinas Jello y a la Fanta y, un Schopenhaueriano desprecio por la raza humana (sin saberlo yo, cada que escuchaba o escucho una porra de “a la bio, a la bao, a la zimbomban…” mi subconsciente me dice, “Claudia, acuérdate que Schopenhauer dice que los hombres tienen el derecho inalienable a ser imbéciles”).

Juegos que Juega la Gente

Digo, no sé ustedes, pero entre mis recuerdos más freudianamente reprimidos están aquellos “jueguitos para socializar” de las fiestas infantiles: las sillitas musicales, las carreras de costales, la manzana colgada de un hilito y las inefablemente violentas piñatas.

No es aquí el momento o lugar para hacer un psicoanálisis de lo que esos jueguitos nos metieron en la cabeza: baste decir que si Freud hubiera ido a una de esas fiestas de mi infancia no habría complejo de Edipo o de Electra, sino “Complejo de Fiesta Infantil Azteca”.

Y es que lo que esos pasatiempos lúdicos nos enseñaron no fue a convivir en santa paz con el prójimo, sino a agandallar un lugar (las sillitas), a competir hasta la ridiculez (los costales), a consumir sin disfrutar (la manzanita) y, a destruir un recipiente perfectamente servible y hermoso para acaparar los bienes que llevaba dentro (la piñata).

O sea, lo que nuestros padres llamaban “sana diversión” y “aprender a socializar” era, ni más ni menos que lo contrario: una diversión muy poco sana y completamente anti-social.

Eso sí, el curriculum de las fiestas infantiles logró convertirnos en adultos bien adaptados al mundo económico y laboral actual, donde -como en las sillitas musicales- el que agandalla no batalla y donde el Planeta entero funge de nuestra piñata particular para destruir a palazos y acaparar lo que de tal devastación salga (nomás observen a una horda azteca abordando un avión a Los Ángeles y díganme si tal desmadre no es consecuencia directa del daño neuronal derivado de jugar a las sillitas musicales…)

La Responsabilidad se Aprende Jugando

A donde realmente quiero llegar es la tesis -tan falsa y difundida entre los padres de hoy- de que los videojuegos o juegos por computadora son antisociales o violentos y que si uno quiere que sus hijos -especialmente los introvertidos como su servilleta- no sean psicópatas en potencia, los debe sacar a convivir con otros engendritos de su edad.

Como ya vimos, convivir con otros esquincles tampoco es garantía de que uno les está dando una buena educación lúdica a los frutitos de su vientre (y menos si el nuestro es o se topa con un bully). Y es que el problema no es tanto con quién o donde se juegue, sino qué se juega.

No dudo que las madres de hoy tengan razón y que ciertos videojuegos -como Grand Autotheft, donde la idea es robarse carros y huir de la policía- sean tan nocivos para la comprensión de la vida de las futuras generaciones como nuestra mentalidad de que la bonanza deriva de la destrucción de la piñata (o del Planeta).

Pero también hay que reconocer que en el mundo tecnológico hay opciones lúdicas sumamente constructivas como el juego tracesofhope.com desarrollado por la Cruz Roja Británica para fomentar la solidaridad con la población civil en zonas de conflicto y donde el quid del juego es ayudar a un refugiado de guerra de 16 años a encontrar a su madre.

Otro ejemplo es freerice un juego social donde por cada respuesta correcta supone una donación real de 10 granos de arroz a un niño hambriento en el mundo. Así, al tiempo que el jugador aprende de Química, Humanidades, Vocabulario, Idiomas, Ciencia y, Geografía y hasta preparación para el temido Test de Aptitudes Escolares de EU (SAT), un niño en un país subdesarrollado recibe comida real (How cool is that??)

Una opción para aprender algo de responsabilidad financiera y sensibilidad social es spent, un juego donde la toma de decisiones económicas puede conducir a cualquiera a la bancarrota, a la miseria y a vivir en la calle. Este juego, desarrollado por los Ministerios de Durham persigue expresamente el objetivo de sensibilizar a los jugadores sobre lo sencillo que es perderlo todo y desarrollar cierta solidaridad con quienes se han quedado en la calle al comprender que nos es por flojos y que “a todos nos pudo pasar”.

Y, last but not least, un juego de mesa a la antigüita para jugar en familia es GBOHawaii (Green Business Owner) un juego de mesa que replica al Monopoly, sólo que para ganar, hay que tomar decisiones ecológicamente sustentables que no impacten negativamente a la flora y fauna donde uno pretende establecer su negocio.

Como ven, si lo que queremos es educar niños que sepan hacer frente a los retos del futuro, quizá un primer paso sea analizar esos nostálgicos prejuicios que dicen que todo tiempo pasado fue mejor y que los juegos de antes si eran constructivos y edificantes…

Puede que no suene a mucho pero, para mí, en estos nuevos juegos radica nuestra esperanza pues, como dijo mi compadre Aristóteles: gran parte de lo que somos, lo aprendimos jugando.

8 responde a “Juegos que Juega la Gente (Games People Play)”

  1. Querida Claudia como siempre dando en el clavo. mi admiración y respeto eternos.
    Saludos

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    1. Gracias Juan Manuel y un muy feliz cumpleaños para ti!!

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  2. Avatar de R. Eduardo Caccia M.
    R. Eduardo Caccia M.

    Querida Claudia, de entrada me recordaste a Jodorowski con su obra de teatro “Los juegos que todos jugamos” ¡soberbia! probablemente tu no la viste porque eres muy joven. Pero es algo parecido y si aprendemos jugando aunque lo que aprendamos sea negativo, que siempre es lo más facil de aprender.
    Ahí va un juego entre un sadico y un masoquista, éste le dice al sadico ¡pegame! y el sadico le contesta ¡No!
    Un saludo.

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    1. Ja, ja¡ Voy a ver si encuentro aunque sea el guion de Jodorowsky!

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  3. Avatar de Carmen Garcidueñas
    Carmen Garcidueñas

    Hijole… que buen artículo, mas ahora que uno anda conviviendo con una pequeña que ama con fervor y para no echarle a perder el cerebro de entrada a la pequeña, va este articulo como recomendación para mi querida hermanita. Gracias Maestra… como siempre.

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    1. De nada, mi estimada alumna saltamontes!!!

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  4. Ya done 490 granos de arroz Claudia!!! Y ya le reenvie el link a mis hijos tambien. De granito en granito podemos ir cambiando. Gracias por todos tus articulos, siempre me hacen reflexionar!!

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    1. Super!! Creo que si entre broma y veras todos donamos un platito de arroz, le vamos ganado la batalla a la indiferencia! Nos vemos al rato (y arriba Djokovic!!)

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