La divina comedia

Tengo para mi que las nauseas (perdón, nupcias) han de contraerse a la Hitler-Eva Braun: cinco minutos antes del suicidio de los cónyuges y en presencia de alguna mascota fiel en la cual probar la calidad del cianuro con que se piensa anular el incipiente mártir-monio (y así evitarse la pena de ventilar intimidades de alcoba en la Rota Romana a la Chente Fox). Ora que también me queda claro que sobran las criaturitas de alma audaz y heroica que nada desean más en la vida que subirse al altar de los sacrificios aztecas, abrirse el pecho para sacarse el corazón en presencia de un representante de Dios en la tierra (sic) y pronunciar los delirantes y melodramáticos votos de “hasta que la muerte nos separe”. O sea, reconozco que además de inalienable derecho humano, el masoquismo también puede ser un popularísimo deporte extremo.

Lo que si me parece digno de análisis psicológico es empeñarse en cometer (digo, contraer) matrimonio dos veces ante las mismas autoridades que alguna vez te dijeron que “hablaras ahora o callaras para siempre” pues la voluntad de Dios era irrevocable (bello vocablo que significa que lo que se pronunció no puede ser ‘despronunciado’ por lo que más vale pensarlo bien antes de “dejarlo escapar del cerco de los dientes” como dice Homero); que luego te advirtieron que lo que “Dios había unido ni con un fragmentador de partículas subatómicas podía separarlo el hombre” y ora te salen con que el Inmutable cambió de opinión (dijo mi Papá que siempre no vale tu boda), que lo indisoluble salió más soluble que pavimento mexicano y que gracias a la letra chiquita del contrato que firmaste en tu juventud, tu primer matrimonio es pura ilusión óptica y espejismo de una noche de verano. Además añaden que de esa realidad virtual  puedes desentenderte, dejando a los hijos del primer strike –si los hubiera- en el limbo de la bastardía (¿no que sólo los medios y el laicismo creaban familias disfuncionales y alternativas? Mire usté, compadre, estos son los hijos de aquella vieja con la que viví creyendo que estaba casado pero no fue así; aquel matrimonio y sus deliquios conyugales – gracias a Dios y a la Rota- ni fueron pecado ni unión libre sino un bendito simulacro avalado por Su Santidad).

Me van a perdonar quienes se fueron con la finta de que es noticia que Fox es un histriónico, histérico y narcisista al que le urge terapia según dice la Iglesia (¡tan oportuna ella para reconocer lo evidente!). Eso cualquier mexicano lo habría podido diagnosticar desde el 2000 cuando comenzaron los delirios de grandeza del Gran Chente I y su ex vocera-consorte de altos vuelos (they like to move it, move it). Acá lo noticioso es que los argumentos eclesiásticos para anular el primer matrimonio de Fox resultan casi tan histriónicos como el trágico personaje de marras (Nomás vayan a http://www.reportebrainmedia.com/content/la-sentencia-del-vaticano).

Y es que según los peritos psicológicos Scapicchio y Cantelmi, las causales para anular el sacrosanto e indisoluble vínculo matrimonial son que nuestro Ex Preciso es “un hombre que finge ser lo que no es” (ja, ja, ja, el día que no haya hombre, mujer o cura que no simule ser más o mejor de lo que avala su presupuesto moral e intelectual, me avisan pa’ pedirle autógrafo); otra razón es que Fox “es incapaz de ponerse en el lugar de otros y entender las necesidades de los demás” (¿sabrá la Sagrada Rota que el autismo e insensibilidad hacia el prójimo son requisitos para ser político mexicano o creerá que es bronca exclusiva de Don Chente?); y para rematar, los Rotos aducen que Fox tiene “una forma trastornada de ver las cosas” (obvio puesto que Marta le llenó la perturbada pupila). Amén de que sea cierto, pregunto: ¿una institución que castiga la duda como el peor de los pecados y protege a sus pederastas como si fueran santos varones, tendrá una óptica muy sana de las cosas como para ponerse a tirar la primera piedra?

Ya sé que no faltará el caballero de Colón que pueda entresacar de los copiosos argumentos del Código de Derecho Canónico todo un argumento bizantino para justificar que los matrimonios se anulen en ciertos casos, liberando a los ex cónyuges para ir a la difunta repesca futbolera o segunda vuelta. Pero en vez de perder tiempo buscándoles montículos mamarios a las víboras, montando tan lamentables comedias y tratando de tomarle el pelo a Dios, como dijo Kierkegaard hace más de 150 años, ¿no sería más sencillo e intelectualmente honesto que la Iglesia aceptara –como acepta el Código civil- que los seres humanos somos falibles y que bajo el influjo de la hormona erramos todavía más gacho, por lo que es totalmente válido decir: nos equivocamos y no podemos seguir viviendo juntos, por lo que mejor nos divorciamos en santa paz y buscamos ser felices con otro u otra, sin andar cuidándonos de tanto estigma y sentencia hipócrita que ubica a un buen número de divorciados y divorciadas en el infierno por el terrible crimen de haber sido demasiado humanos y bastante pen…itentes?

Publicado originalmente en el Diario Mural del Grupo Reforma.

© De acuerdo con la Ley Federal de Derechos de Autor estos textos se pueden reproducir y circular total o parcialmente siempre y cuando sean atribuidos a “Claudia Ruiz Arriola” y se incluya como fuente “elzoologicodeyahve.com”.

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