Por Claudia Ruiz Arriola
“Todos nacimos creativos. A todos nos dieron una caja de Crayolas en la infancia y nos divertimos horas dibujando cosas locas con ellas sin preocuparnos si teníamos futuro, éramos buenos o si llegaríamos a ver el retorno de nuestra inversión de dinero y tiempo. Dibujábamos por el puro placer de hacerlo.” Hugh McLeod (Ignore Everybody and 39 other Rules for Creativity)
Ja, ya sé que más de algún malpensado llegó aquí por puro morbo freudiano: ¿a más libido mejor pensador? ¡Yo quiero!
No se emocionen la cosa no va por donde están pensando sino por la tangente: ocurre que hace poco menos de un siglo -en 1913- Carl Gustav Jung, discípulo suizo y heredero aparente de Sigmund Freud publicó un libro (Libido and Symbols of Transformation) donde discrepaba de dos de las tesis favoritas de su maestro: el que la libido fuera de naturaleza eminentemente sexual y el que toda expresión artística o espiritual fuese una represión o sublimación del impulso sexual.
Para Jung, la cosa iba por otro lado y -como se dedicó obstinadamente a explorar ese lado- fue excomulgado de la iglesia psicoanalítica y atacado por los discípulos de Freud (¡córtalas, córtalas , para siempre!). Sin embargo, a la larga, la psicología acabaría dándole la razón a Jung al encontrar que la libido es simplemente la energía creativa que impulsa a la mente. Ya si la el dueño de la mente decide usarla para engendrar hijitos, tener fantasías eróticas, escribir poemas, diseñar softwares o componer sinfonías es otra cosa (la cantidad es responsabilidad de la biología, calidad es responsabilidad de usted).
El caso es que todos tenemos la mente libidinosa: a eso se refiere el Génesis cuando dice que el Creador nos creó a “su imagen y semejanza”. Todos somos creadores, todos creativos de Nación. Lo malo es que conforme crecemos, la escuela y los padres ven nuestras tendencias creativas un escollo a nuestro éxito profesional. Nos conminan a dejar de soñar en favor de aprender datos duros y cálculos, a dejar la burbuja de la fantasía e instalarnos en el mundo real. A dedicarnos a algo profesionalmente menos azaroso que la vida creativa. Así lo constató hace 5o años Hermann Hesse (léanse su protesta contra la escuela que es “Bajo la Rueda”) y así lo constatan hoy experimentos como los del ilustrador de Hallmark Inc., Gordon MacKenzie cuando visita escuelas y comprueba que grado por grado, los niños que se sienten creativos disminuye conforme progresa su “educación” (y lo pongo entre comillas porque perder la fantasía no es educación, es adoctrinamiento que lleva al fundamentalismo).
Ni quien culpe a los progenitores y maestros: es simple instinto protector. Pero no deja de ser un error confundir la creatividad con la chequera. Y eso es algo que ya de adultos seguimos haciendo: el 90% de nosotros -dice Mihaly Ckisentmihaly- tiene ganas de escribir algo, pintar un cuadro, aprender a trabajar madera, esculpir, bordar, programar apps o involucrarse en una actividad creativa.
Pero la gran mayoría no lo hace por miedo: miedo a no ser lo suficientemente bueno, miedo al ridículo, miedo a que sea una pérdida de tiempo y/o dinero. Como nuestros padres y maestros, queremos “sacarle algo” a nuestro tiempo libre, un retorno sobre inversión seguro, un halago, reconocimiento, estatus o dinero. Y no estamos dispuestos a dedicarle tiempo a una actividad en la que -al final y para tristeza nuestra- nos demos cuenta que no “es lo nuestro”.
No estamos dispuestos a hacer el ridículo, a parecer tontos, a dejarnos ningunear porque se siente gacho (y miren que se los dice una doctora en filosofía que un buen día se encontró en una planta de manufactura de electrónicos cuyo idioma básico ni siquiera captaba). Pero como bien dice Daisetsu Teitaro Suzuki el ridículo y frustración del principiante es el precio que pagamos por expandir nuestros horizontes, salir de nuestra rutinaria y aburrida zona de confort y enriquecer nuestra experiencia de vida.
Negarnos a experimentar creativamente tiene también su precio y más alto del que muchos imaginan: como han constatado los psicólogos y sociólogos modernos, la epidemia de infelicidad que tiene asolado al mundo Occidental deriva principalmente de la atrofia de la mente libidinosa que está diseñada para crear y no se lo permitimos.
Claudia, qué interesante el tema de la creatividad y tus comentarios al respecto. Te comento rápidamente que me invitaron a dar un curso en la UP (tu Alma Mater) a la que titularon “Innovación Empresarial”, por lo que necesariamente aparece el tema de la creatividad. Si no tienes inconveniente quisiera compartir tu artículo con los participantes de mi curso (e invitarlos desde luego a que visiten tu blog). También te preguntaría dos cosas: (1) Qué recomendarías leer y/o practicar para desarrollar la creatividad -en cualquier ámbito- y (2) ¿Has pensado en ofrecer un curso sobre el tema?
Te mando como siempre mis respetos, admiración perpetua y saludos calurosos.
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Hola David! Por supuesto que si y te agradeceré el comercial (otra cosa será que te vuelvan a invitar, ja, ja!).
Para leer/practicar creo que hay excelentes recursos: Particularmente me gusta el “Pensamiento Lateral” de Edward de Bono porque tiene muchos ejercicios para desarrollar otra forma de pensar (una probadita aqui http://books.google.com/books?id=seyjkUgT1f0C&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_summary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false). Otra opción es hacer mapas mentales como recomienda Tony Buzan, lo bueno de este método es que puedes iniciar haciendo resúmenes de libros y de ahí las ideas comienzan a combinarse solas (probadita aca: http://www.youblisher.com/p/152336-Mapa-mental-de-Tony-Buzan/), Michael G. Gelb tiene un libro padre (Como pensar como Leonardo) que aunque es algo comercialón, tiene también ejercicios (a qué sabe el azul?) que te ayudan a pensar fuera de la cajita lineal…
El curso de creatividad lo tengo programado para mi reencarnación #18 (voy en la 3), pero tienes mi promesa de girl scout de que lo daré, aunque sea en el asilo pa que no se nos oxide la neurona 😉
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Uno de mis hijos es mùsico desde el dìa que naciò y greñudo desde hace como 5 años.
Despuès de leerte,lo comprendo un decibel màs.
gracias
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Woo-hoo! Entonces este cursito ya cumplió su cometido!!! Yes!
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