Ora si, esto se va a poner interesante… Una vez pasada la crónica de las mentalidades básicas, llegamos a ese lugar donde comenzamos a ponernos el saco cada vez más frecuentemente pues la gran mayoría de la Humanidad vive en esa gama mental que va del Azul al Verde o, lo que es lo mismo, entre la creencia tradicional (Azul) y la Ecología (Verde) pasando por el Naranja de la vida competitiva. Y nuestra puerta de entrada a este mundo es la Mente Roja/Azul.
Como todas las mentes individualistas (Beige, Roja, Anaranjada), la Mente Roja que vimos la semana pasada crea un ambiente de competencia brutal en el que sobrevive el mejor preparado (en el caso del rojo, mejor preparado = más fuerte).
Pero los años de tratar de ser visto, reconocido, de destacar y dominar, pasan factura personal y colectiva. Después de todo, la conquista -de vasallos, cortesanos o fans- es un trabajo de tiempo completo que no deja a nadie satisfecho: a los vasallos hay que tenerlos permanentemente amedrentados y a los fans permanentemente entretenidos para que no busquen otro líder o ídolo.
En consecuencia, los reyes o superestrellas rojas -cuyo valor depende de los “losers” que desprecian- se sienten permanentemente inseguros de su puesto.
Unos y otros -dice Graves- comienzan a preguntarse si no habrá algo más en la vida que el dominio y la admiración: valores más trascendentes, líderes menos caprichosos, una misión en la vida menos precaria que los gustos o miedos de sus seguidores. Es el nacimiento de la Mentalidad Azul.
Tránsito del Rojo al Azul
Histórica o individualmente no resulta difícil notar la aparición de los primeros síntomas Azules en la Mente Roja, pues en ambos casos se expresa como el deseo de “algo más” que la admiración o el dominio sobre los otros.
Es el momento, por ejemplo, en el que artistas como Madonna o Tom Cruise se hacen religiosos y buscan en la Cábala o la Cienciología una confirmación de que lo suyo no es simplemente un “viaje de ego”, sino una misión divina (ajá, como no).
O cuando los pueblos y tribus de Europa comienzan a ser absorbidos por el Imperio Romano y la idea de vivir bajo una misma ley suprema les parece mejor que vivir bajo el capricho y constante batallar de sus líderes tribales.
En el plano personal. el despuntar del Azul es el momento en que el adolescente que violentamente rechazó cualquier imposición en la fase anterior, encuentra una persona o grupo digna de su respeto y obediencia, a la que no tolera se le toque ni con el pétalo de una crítica (puede ser su coach deportivo, su mentor escolar, su primer jefe, su sacerdote de confianza o el líder de alguna célula de simpatizantes de ideas radicales).
A nivel cultural el Azul se evidencia en el momento en el que el panteón de dioses volubles y conflictivos como los Olímpicos da pie a la idea de tener un solo Dios verdadero, inmutable, predecible y justo (vuelo de Grecia a Jerusalén sin escalas).
En los cuatro casos (y muchos más que podría citar hasta aburrirlos, lo cual no es el punto) subyace una aspiración de unidad: que nuestro destino personal y colectivo dependa de una sola voluntad, de una sola autoridad, de una sola ley, de un solo Dios y que nosotros podamos ser parte integral del grupo que impulsa a esa fuerza unificadora.
La Felicidad Colectiva de la Mente Militante
Como todas las mentes en transición de una etapa individualista a una colectiva, la Mente Militante desconfía enormemente de la pluralidad que ha dejado atrás. Pero lejos de conformarse con dividir el mundo en Ellos y Nosotros e instalarse en diversas tribus como la Morada, la Mente en transición del Rojo al Azul aspira a hacer de su verdad La Verdad Universal.
El lema de la mente azul es: “Una Fuerza Unficadora gobierna el mundo y nuestras vidas. Su Verdad provee orden, claridad y autoridad dando sentido y dirección a nuestra existencia. Seguimos el Camino de la Verdad y obedecemos a la autoridad que ha designado. Sacrificamos voluntariamente nuestros deseos del presente en aras de un premio mucho mayor en el futuro. Nuestra misión es convertir a todo el mundo para que se someta voluntariamente o no a esa única Verdad.”
Y es que un aspecto clave de la felicidad Rojo/Azul es el proselitismo: unificar a todos y a todo bajo esa única Ley, ese único Dios o esa única Idea, ese único Partido en la que uno ciegamente cree (como el adolescente que quiere que a todo mundo le guste su música o su forma de vestir o el revolucionario que quiere convertir a todos a su ideología o el misionero que aspira a hacer de su credo el único del mundo). No importa el contenido de las convicciones que uno tenga, sean políticas, religiosas, morales, estéticas: la misión de la Mente Azul es moldear al mundo a imagen y semejanza de sus creencias.
En la Mente Rojo/Azul los conceptos (Dios, Partido, Revolución, Causa con su debida mayúscula) toman el lugar del ídolo o chánoc de la fase anterior y esa Causa se convierte en objeto de reverencia y obediencia absoluta (Azul).
Pero al ser una mentalidad de transición, hay aspectos de la Mente Roja (violencia, dominio, conquista) que no han sido superados. Por eso la felicidad Rojo/Azul es la felicidad del Militante que busca satisfacer su necesidad de dominio y admiración Roja en paralelo con la necesidad de ver triunfar su Absoluto por la buena o por la mala.
Las organizaciones fundamentalistas y terroristas que matan en nombre de Dios encuentran en la mentalidad Rojo/Azul su mejor aliado. Lo mismo que los partidos que predican la destrucción del orden anterior para empezar de cero. Y es que, como dice Graves, la militancia satisface la necesidad roja de involucrarse en la acción con la necesidad azul de hacerlo por una “Causa Superior”.
O sea, la Rojo/Azul es una mente tan ávida de conquista como la Roja, pero en lugar de someter a los demás a su voluntad en nombre propio, lo hace en nombre de un Absoluto (ya no te quiero para mi, sino para mi Causa).
La Mente Rojo/Azul en la Historia
“Quod Deus Vult!”, (Porque Dios lo quiere!) gritaban las huestes del Papa Urbano II lanzadas a la alegre tarea de conquistar Tierra Santa y matar “sarracenos”. “Allahu Akbar” (Alá es Grande), gritan los terroristas suicidas mientras hacen detonar sus bombas matando inocentes.
Pero los dioses monoteístas no son los únicos que la Mente Rojo/Azul invoca en su afán de conquista. Los diosecillos seculares funcionan igual de bien.
Heil Hitler!, decían los alemanes dispuestos a la conquista mundial. Por la Revolución los Marxistas justificaban cualquier crimen. Y por el Destino Manifiesto, los Estados Unidos se creen con derecho de intervenir en cualquier parte del mundo.
Aunque diferentes, estos ideales son todos hijos de la Mente Militante, pues no es el contenido de las ideas lo que define a la Mente Rojo/Azul sino el afán de conquistar el mundo para su causa.
La Felicidad Personal de la Mente Militante
Como toda mentalidad que emerge de una fase individualista, la Mente Militante goza con el descubrimiento de compartir ideales con otros. De pronto, las quejas de “nadie me entiende” cesan y se ven reemplazadas por la certeza de haber encontrado personas que hablan el mismo idioma: amigos del alma, medias naranjas, fraternidades para toda la vida, equipos de trabajo o deportes del que uno puede ser parte (todo debidamente aderezado con el condimento favorito de la adolescencia: la exageración).
A diferencia de la Mente Tribal que se contenta con su pertenencia pasiva a la tribu, las fraternidades de la Mente Militante son todas activas: lo mismo da ir de misiones, realizar actos filantrópicos, colaborar en una campaña, hacer proselitismo en nombre de una idea, ir a la guerra santa o prepararse en un campo de entrenamiento militar o terrorista. Lo importante es pertenecer a la fraternidad para actuar y empezar a hacer al mundo a imagen y semejanza de uno.
Rojo/Azul Positivo
Es en este voluntario someterse a las normas de una organización donde la Mente Rojo/Azul adquiere habilidades que le serán muy útiles si logra superar esta etapa, pues es aquí donde la persona se topa con códigos de conducta que debe respetar si quiere seguir perteneciendo al grupo. Es el momento en que el deseo de descollar deja su lugar al de pertenecer a un equipo y lograr algo colectivo.
Dicho de otra forma: la Mente Militante es la fase donde aprendemos que ser aceptados y tener buena fama tiene un precio y ya no podemos hacer berrinches o actuar a nuestro antojo y esperar la universal aceptación y cariño de los demás por simplemente ser como somos (como sucedía en nuestro entorno familiar).
Y es que la Mente Militante es el principio de nuestra “civilización”, de ese toparnos con el mundo e intentar integrarnos a él ya no como los “bárbaros” o salvajes que esperan avasallar a todo mundo con su encanto o poder, sino como miembros productivos y propositivos de una organización (aunque el fin mismo de la organización no siempre sea productivo o propositivo). Ser puntual, ser productivo, jugar limpio, escuchar a los demás comienzan a ser preocupaciones de la Mente Roji-Azul.
Los estoicos y Kant -filosofías basadas en la noción de deber- son ideales de la Mente Rojo/Azul no religiosa.
Rojo/Azul Negativo
Idealismo y juventud se combinan en esta etapa donde uno está dispuesto a sacrificar lo que sea, trabajar sin tregua, desvelarse y hacer todo por el Grupo o la Causa elegida.
Desgraciadamente a esta edad no siempre elegimos la mejores causas o grupos y es así como muchos jóvenes acaban en organizaciones que se aprovechan del idealismo de la Mente Militante y sus deseos de actuar y los convierten en fanáticos, soldados, héroes o mártires cuyas vidas quedan truncadas antes de poder solventar esta etapa (pensemos en los jóvenes islámicos que se perecen por morir en jihad y ser considerados héroes o mártires).
La semana que entra: La Mente Azul
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