La Audacia de la Curiosidad

En la NASA hay un genio. O quizá sea más justo decir que hay muchos. Pero el genio al que me refiero no sabe nada de física, astronomía o ingeniería y sin, embargo, su firma adorna uno de los paneles del “Curiosity”, el Laboratorio Espacial que, desde el pasado, 6 de Agosto del 2012, surca los desiertos marcianos en busca de pruebas de que Marte haya albergado vida o las condiciones que la permiten florecer.

El genio al que me refiero se llama Clara Ma, es niña y tenía 12 años cuando ganó el concurso para bautizar al Laboratorio Espacial.

Su propuesta, una sencilla palabra que recoge la esencia de la naturaleza humana: Curiosity. Curiosidad.

La curiosidad, decía Clara Ma para justificar su elección de nombre para el Laboratorio Espacial, es la pasión que nos impulsa a diario.

Y es cierto: vemos el noticiero para saber qué pasó, llamamos a un amigo para ver cómo le fue, vemos una película para descubrir en qué acaba, vemos un partido para saber quien gana, nos metemos al facebook para ver que hay de nuevo, vamos a otros países para averiguar como viven …

La curiosidad, Clara Ma tiene razón, es lo que nos mueve a diario.

Desde sus inicios, la curiosidad es lo que ha movido al espíritu humano a explorar el Universo: para que haya investigación, exploración, asombro, aventura y conocimiento primero tiene que picarnos esa inquietud que llamamos curiosidad.

La curiosidad nos hace audaces. Por eso Eleanor Roosevelt escribe: “Si al nacer pudiéramos pedirle al hada madrina que le diera a cada niño el don más útil para la vida, ese don sería la curiosidad”.

Y es que sin curiosidad no inauguramos la neurona, no exploramos el entorno, no nos preguntamos por qué ni cómo. En cambio, con curiosidad nos damos a la improbable y asombrosa tarea de  crear un vehículo que pueda explorar la superficie marciana por nosotros.

No obstante, aquí entre nos, la curiosidad tiene mala fama (aunque no tiene la culpa el Indio si no de quien se hace compadre o, como dijo Oscar Wilde: el problema con los humanos es que tenemos una curiosidad insaciable para saber todo menos lo que vale la pena saber. Léase: nos interesa más la vida sexual de Angelina Jolie y Brad Pitt que los asombrosos principios que hacen girar a un girasol o permiten la formación de una nube. Pero ahora si que eso es otra historia que tiene más que ver con el discernimiento que con la curiosidad…).

La Curiosidad Mató al Gato

Desde que Shakespeare inmortalizó este proverbio (probablemente escocés), la curiosidad quedó asociada con la idea de que ser demasiado inquisitivos puede ser dañino para la salud.

Y es cierto. La curiosidad puede traer grandes males. Después de todo fue el deseo de Pandora de saber lo que había en la famosa “Cajita Feliz” (de MacZeus) lo que acarreó “todo tipo de calamidades” a la Humanidad.

Pero los griegos y Shakespeare sabían que esa era sólo la mitad de la historia: que la curiosidad es también un tipo de optimismo, una audaz convicción de que los males tienen remedio, que las preguntas tienen respuesta, que no hay problemas sin solución y que esas grandes calamidades que la curiosidad acarrea, ella misma los cura con creces.

No por nada el proverbio completo de Shakespeare (de cuya segunda mitad se olvidan los detractores de la investigación) es: “La curiosidad mató al gato… pero la satisfacción lo resucitó”.

Los griegos -que algo sabían del tema- le dieron a la diosa de la Curiosidad el nombre de Pan-dora -“La que ha recibido dones de todos los dioses” y el apodo de Anesidora, “La que otorga todos los dones”. O sea, la curiosidad es el camino griego (y moderno) para acceder a lo que tiempos y mentes más pasivas llaman dádivas divinas.

Si bien es cierto que el deseo de saber y su método de prueba y error pueden generar efectos negativos, ese mismo deseo puede ponerles remedio y, en el proceso, “enriquecer nuestro camino” como reza el poema de Kavafis, inspirado en ese otro viaje producto de la curiosidad que es la Odisea de Ulises.

Cuando ya se acercaban a su casa en Ítaca tras luchar en la guerra de Troya, los marineros del barco de Ulises abrieron -por curiosidad- un jarrón que Eolo le diera a Ulises y los vientos que de ahí salieron llevaron al barco tan lejos que le tomó a Ulises 10 años de esfuerzo y adversidad regresar a casa.

Pero es gracias a lo que vio, experimentó y sufrió en esos 10 años de luchar contra los efectos adversos de la curiosidad, que el héroe de la Guerra de Troya regresó a casa “humanizado”, sabiendo valorar y aquilatar las glorias y miserias de la condición humana.

La curiosidad es, en efecto, una Odisea: una inquietud que nos lleva por un viaje lleno de zozobras, triunfos pasajeros, resignaciones momentáneas y un perseverante insistir en llegar a casa.

El secreto de los genios

Si uno lee suficientes biografías de las grandes luminarias de la Humanidad, tarde o temprano se topa con la pregunta ¿cómo?

¿Cómo logró Leonardo ser tan creativo? ¿Cómo logró Steve Jobs revolucionar no una, sino cuatro, industrias? ¿Cómo logró Einstein dar con la fórmula de la relatividad, o Newton ligar la caída de una manzana con la gravedad?

La respuesta, palabras más palabras menos, con o sin metáfora, es siempre la misma: nunca -dicen los genios- dejé de ver el mundo con ojos de niño.

Tener ojos de niño, ese es el secreto de los genios.

¿Y qué son estos “ojos de niño” sino el deseo de saber por qué y cómo y “qué pasaría si”?

En una palabra: tener ojos de niño es no dejar que muera nuestra innata curiosidad.

Por eso digo que en la NASA hay un genio: un genio que creó un concurso para que una niña de 12 años nos recordara a los adultos de los ojos cansados que todos los logros de la Humanidad se los debemos, en última instancia, a esa inquietud del alma que llamamos curiosidad. O, como dijera el lema del USS Enterprise de la serie Viaje a las Estrellas que hoy cumple 46 años, es la Curiosidad en última instancia la que nos da la audacia para “llegar a donde nadie ha llegado jamás.”

6 comentarios

  1. En los últimos meses tengo una foto de mi pequeña sobrina en mi mesa de trabajo. Lo mas valioso indudablemente de la convivencia con estos pequeños es que al menos en mi, despiertan esos recuerdos petrificados de la alegría y del descubrimiento diario. De ser feliz con un chorro de agua y del azoro con que miran como se escurre el agua entre sus deditos. Gracias por tu articulo, reafirmo en la onda en que ando. Un abrazo.

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    • Ale, Luego me dices de que es el esoterico curso que estas tomando (trofologia?) Ese nombrecito si que revoluciona las neuronas!!! La traduccion de Kavafis no es la mejor pero entre las que circulan por internet si da una buena idea de la esencia. Nos vemos el Martes, abraxo!!!

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  2. Mi muy estimada y gran amiga de la sabiduría, releyendo el título de tu artículo, opino que si algo te define a ti en gran medida es tu kantiana audacia (¡atrevida!) para pensar diferente y libérrimamente -y de paso compartirlo generosamente con nosotros-, además de tu ilimitada curiosidad aristotélica para querer (y poder) saber de todo (como auténtica amante de la sabiduría o súper filósofa). Por mi parte, espero cada semana con enorme curiosidad lo que nos vas a regalar y me dejas siempre asombrado de lo que nos platicas.

    Gracias por seguir estimulando nuestra curiosidad y aquietar, al menos temporalmente, nuestras inquietudes por saber un poco más -aunque muchas veces y por ello mismo me llegue la angustia de mi infinita ignorancia).

    ¡Que vivan, de todos modos y como bien dices en tu artículo, la exploración, la ensoñación y el descubrimiento! ¡Jijas de la curiosidad!

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