Tengo para mi que cuando los Romanos le dieron nombre a los meses del año, no sólo exhibieron una crasa falta de imaginación sino que, en lo concerniente a los últimos cuatro meses, de plano la regaron.
Porque Septiembre, Octubre, Noviembre y Diciembre toman su nombre de los números romanos siete (septem), ocho (octo), nueve (novem) y diez (decem) respectivamente.
Pero claro que ni Septiembre es el séptimo mes del año, ni Diciembre el décimo. Y eso se debe a que hasta el siglo 7 A.C., Marzo (el mes de Marte, dios de la guerra) era el primer mes del año romano que apenas duraba 10 meses.
Detengan la prensa!
La corrección se la debemos al rey Numa Pompilio (así se llamaba, a mi no me vean) que adaptó el calendario romano a los doce meses lunares añadiendo Enero y Febrero al principio.
Pero claro que nadie en el Senado (o Cámara de Diputados) se tomó la molestia de rebautizar correctamente a los meses desplazados (salvo el mes de Sixtilius, mismo que posteriormente, fue dedicado a la memoria de Octavio Augusto y por tanto lo conocemos como Agosto).
No así a los meses finales del año que todavía hoy sufren de trastornos de identidad (digo, se imaginan ir por la vida llamándose Septiembre -mes siete- cuando en realidad eres Noviembre, el noveno?)
Diciembre, Mes de Jano
Pero de todos los meses, ninguno fue peor bautizado que Diciembre porque -contra lo que digan los romanos- Diciembre es el mes de Jano Bifronte: el dios de dos rostros, el santo patrono del cruce de umbrales, de los comienzos y los finales… del pasado y del futuro (no por nada dice la canción: Diciembre me gustó pa que te fueras…)
Lo malo es que Numa Pompilio le dedicó a Jano el primer mes del año (de donde viene el nombre Ianuarius, Janeiro, Enero) y Diciembre se quedó sin el nombre (y el dios) que naturalmente le corresponden.
Porque si hay un mes que nos invita a hacer transiciones, a ver para atrás y para adelante, lo vivido y lo por venir, ese es Diciembre.
Diciembre es el mes de hacer cuentas: de ver cuán lejos o cuán cerca quedamos de nuestras metas; de evaluar la calidad de nuestro año y, de dar gracias por seguir aquí.
Pero Diciembre es también el mes para renovar nuestros planes, fijar nuevos rumbos y otear el horizonte del año por venir.
Diciembre, en suma, es desprendimiento y renovación: Umbral.
Tres Plegarias para Jano
Como los judíos tienen la mezuzá, los Romanos ponían en las puertas de sus casas las ianua que eran un recordatorio de que, al cruzar el umbral, uno dejaba atrás lo conocido y se internaba en lo desconocido.
Y puesto que entraban en la terra incógnita del futuro, al cruzar el umbral los romanos siempre pronunciaban una plegaria.
No siendo un pueblo dado a los golpes de pecho y los rezos interminables (esos los inventó la Iglesia), las plegarias romanas a Jano eran de una sola palabra, misma que resumía lo que dejaban atrás y/o anticipaba los retos que tendrían enfrente:
Primer Plegaria: Gracias! por lo vivido
Segunda Plegaria: Auxilio! con lo que viene
Tercera Plegaria: Guau! Asombro o, lo que es lo mismo, “esto está (o estuvo) chido…”
Se acaba el año.
Nos acercamos al umbral.
Ojalá tengamos muchos motivos para elevar estas tres plegarias al dios bifronte Jano.