Todos la hemos visto: la carita feliz (o lo que las nuevas generaciones llaman el emoji) y que es básicamente un círculo amarillo con dos ojos y un trazo en U que denota una sonrisa.

Llamada originalmente Smiley, este símbolo amarillo, sonriente y redondo es hoy tan reconocible como lo fueron alguna vez la Cruz cristiana, la Estrella de David o el Taiji (símbolo del Yin y Yang pa los cuates Taoístas).
Y es que, al igual que estos símbolos religiosos, la carita feliz transmite en dos patadas toda una filosofía de vida.
Pero, a diferencia de la Cruz, la Estrella o el Taiji que han tenido milenios enteros para permear la cultura, Smiley tiene apenas 57 años de vida.
La historia de Smiley comienza a finales de 1963, cuando en el vecino País del Norte los ánimos andaban por los suelos por el reciente asesinato del Presidente John Fitzgerald Kennedy.
Al clima de incredulidad y tristeza por el magnicidio, los empleados de dos grandes compañías de seguros -la State Mutual de Massachussetts y la Guarantee de Ohio- escuchaban pasos en la azotea por su reciente fusión.
Como suele suceder en esos casos, los empleados de la compañía compradora (Mutual) temían verse desplazados por los empleados de la compañía adquirida (Guarantee), mientras que los empleados de Guarantee temían ser despedidos al no haber cabida para ellos en el nuevo organigrama.
Al darse cuenta de la mala vibra que privaba en las oficinas de la compañía, los nuevos dueños acudieron a un diseñador y publicista local llamado Harvey Ross Ball y le solicitaron crear un ícono que les ayudara a levantar el ánimo del personal (y les recordara sonreír cuando hablaban telefónicamente con sus clientes).
Y así fue como Harvey le dio vida a la amarilla, redonda y sonriente carita feliz. Encantados con el ícono, los ejecutivos de Mutual mandaron imprimir 100 prendedores para repartir entre sus empleados.
Pero el éxito del diseño de Ball no quedó ahí: quizá por la facilidad de sus trazos y su capacidad comunicativa, pronto aparecieron caritas felices por todos lados. Para 1971 Smiley era toda una celebridad y según cálculos de la época, en menos de 8 años Smiley se habría impreso cerca de 50 millones de veces en objetos que iban desde posters, camisetas, tazas, pines, tatuajes, etc…
Y aquí es donde la historia se hace tristona pues resulta que a Harvey R. Ball nunca se le ocurrió registrar su diseño o derechos de autor. Así que lo único que recibió por su creatividad fueron $45 dólares que le pagaron por sus servicios los ejecutivos de Mutual.

En 1972 cuando el periódico France Soir introdujo a Smiley en Francia para alertar a sus lectores que traía buenas noticias, el empresario parisino Franklin Loufrani se percató que la imagen no tenía copyright y la registró a su nombre, con lo que todavía hoy recibe $100 millones de dólares al año en regalías (lo que llevó a Harvey a inventar la carita llorona…)
Se dice que el bueno de Harvey nunca se arrepintió de su omisión y que le fue suficiente saberse el creador de tan popular ícono. Puede que sea cierto (aunque yo lo dudo) pero el caso es que en 1999 -dos años antes de morir- Harvey R. Ball fundó la World Smile Foundation que utiliza la carita feliz original para recabar fondos para causas infantiles…
Ahora ya saben como se inventó este ícono moderno que vemos por todos lados…
Cuídense y NO Salgan si No es Estrictamente Necesario!