La Máquina de Dios

No sé si estaré chocheando como el viejo Platón que, una vez extenuados sus esfuerzos por hacer de los políticos “animales racionales” (lo de animales lo logró con gran éxito), decidió mandar la política a la goma y poner sus ojazos en asuntos cósmicos más trascendentes que las grillas humanas. Algo así me sucede cuando veo que los aztecas seguimos atascados en el eterno retorno de las banderitas, los fuegos artificiales y los gritos de ¡viva México! con los que nos da por celebrar la Independencia en un mundo que se empeña en demostrarnos que las independencias son puros cuentos y que los humanos (y los países) de hoy tenemos de dos sopas: dependencia o interdependencia (o sea, trabajar para otros o trabajar con otros).

El caso es que hace un rato decidí dejar a un lado esos menesteres inútiles y concentrar mi atención sobre la frontera suizo-francesa donde se iba a reproducir el Big Bang, versión miniatura (o sea el “Small Bang”), dentro de la llamada la “máquina de Dios”. O al menos eso dijeron algunos medios porque resultó que el acelerador de partículas de 8 mil millones de dólares y 27 kilómetros de diámetro es igual de sofisticado que un comal y se tiene que calentar (o más bien enfriar) para funcionar de manera óptima, por lo que a la primera colisión todavía le cuelga (swissinfo.ch).

Lástima, porque el Apocalipsis prometido por quienes se oponen al experimento (entre los que destaca el bioquímico alemán Otto Rössler) era una buen excusa para exentar las grillas rumbo a las elecciones, toda vez que según los Nostradamus de pacotilla en el momento en que se verifique el “Small Bang” se va a abrir un hoyo negro en la fibra cósmica, y la tierra y todo cuanto la rodea será tragado por ese caño sideral al que los mexicanos vivimos perpetuamente asomados.

Enterrado a 100 metros bajo tierra (sólo por encima de la justicia mexicana y la osamenta del Encanto), el Gran Colisionador de Hadrones (lean bien, son hadrones, no ladrones porque si fueran con “l” mandábamos a todos los diputados en VTP express al país alpino para que los colisionaran e hicieran “Pomada de la Campana”), o “máquina de Dios” nos va a ayudar a entender cómo le hizo el Creador (supuesto caso que exista) para dar origen al Cosmos (yo me daba con entender como le hacen los diputados para elaborar el presupuesto de Egresos). En términos científicos el colisionador va a recrear las condiciones que existían en el Universo hace 13 mil ochocientos millones de años, o como quien dice, un nanosegundo después del Big Bang (¡y nosotros que seguimos sin saber bien a bien qué pasó hace 2 años en las elecciones o, para el caso, a lo largo de la dictadura del PRI!).

Sin duda la construcción de la “máquina de Dios” es el último episodio de una de las gestas intelectuales más longevas y audaces de la mente occidental. Al menos desde Tales de Mileto (585 a.C) los humanos queremos saber de qué y cómo está hecho el Universo. Dos siglos de debate llevó descartar el agua, el fuego, el apeiron y el aire para dar paso al “indivisible” átomo, concepto que Demócrito de Abdera  acuñó en el 360 a.C y que sigue vigente, aún cuando la ciencia no sólo haya logrado dividirlo, sino hasta hacerlo tsurimi. Hoy, gracias a grandes mentes que siguieron planteándose las preguntas de Tales, nuestras explicaciones del mundo ya no se basan en el átomo sino en protones, neutrones, fotones, quarks, gluones, cuerdas y el llamado “Santo Grial” de la física nuclear, el bosón de Higgs (aka la “partícula de Dios”) que el nuevo acelerador intentará aislar.

Claro que el evento de replicar el Big Bang tiene algo nerviosones a teólogos y creyentes de las religiones tradicionales que ya andan desempolvando la réplica de Agustín de Hipona a aquel curioso que –como los científicos modernos- quería saber qué hacía Dios en el nanosegundo antes de crear al mundo. A lo que sin despeinarse, Agustín replicó: “en esos momentos Dios estaba creando el infierno para recluir a los ociosos como tú que anden preguntando sandeces en vez de ponerse a rezar.” (¡Ya se ve que además de irónico, el santo era rete paciente!).

El caso es que creencias personales aparte, no hay necesidad de reabrir los añejos debates entre la ciencia y la fe a raíz del mega experimento europeo: contrario a lo que algunos cientificistas (ojo, no confundir con los científicos) andan declarando por ahí, la “máquina de Dios” no puede, ni pretende, probar la existencia o inexistencia de un Creador (esto se los dijo Kant hace varios siglos pero ni quien lo pele). Cuando mucho, el experimento puede contestarnos (provisionalmente como toda ciencia) las viejas preguntas de Tales: ¿de qué está hecho el Universo y bajo qué fuerzas opera? Ya lo de demostrar si Dios existe no es asunto de la ciencia: eso les toca a los creyentes y sus pastores que, según dijo un profeta judío, dan testimonio de la existencia de Dios con sus actos de justicia, caridad y amor al prójimo (y como dijo Don Teofilito: ¡con razón hay tanto ateo!)

Publicado originalmente en el Diario Mural del Grupo Reforma.

© De acuerdo con la Ley Federal de Derechos de Autor estos textos se pueden reproducir y circular total o parcialmente siempre y cuando sean atribuidos a “Claudia Ruiz Arriola” y se incluya como fuente “elzoologicodeyahve.com”.

2 comentarios

  1. Queridisima Claudia ha sido para mi un postre encontrar este sitio, cuando dejaste de escribir en Reforma, me dejaste un hueco que aún no he podido rellenar, tu desparpajo al escribir es elegante, fluido y sabroso de leer. Que Dios, el cosmos o la naturaleza te bendiga.

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