Para unos la “mujer de las cavernas”, para otros la Dalai Lama femenina, lo cierto es que Tenzin Palmo –líder espiritual de las mujeres budistas- se parece más bien a “Campanita”, Galardriel o alguna de las hadas de los cuentos de Tolkien. Intensidad es la palabra que mejor describe a esta mujer menuda y sonriente de 64 años cuyo nombre tibetano significa “ella, la que sostiene la doctrina en sus manos”.
Con la misma intensidad con la que alguna vez se dedicó a meditar, hoy recorre el mundo buscando financiamiento para el primer convento que permitirá a las monjas de la tradición tibetana recibir una educación filosófica y teológica similar a la de los varones. De visita en Guadalajara invitada por la Casa Tibet, la primera mujer occidental en recibir la máxima ordenación del Budismo Tibetano nos recibe con el tradicional saludo del namaste: manos juntas, cabeza inclinada en señal de respeto al Buda que mora en cada ser humano.
Nacida en Londres en plena Segunda Guerra Mundial, Diane Perry descubrió el budismo a los 18 años a través de un libro de la biblioteca. “Fue como regresar a casa –recuerda- porque yo siempre pensé así, sólo que entonces desconocía la existencia de una religión que reuniera todos los conceptos con que mi mente comulgaba”. Aquel primer libro sobre el budismo fue una irresistible invitación a una larga aventura espiritual.
Cual personaje del “Horizonte Perdido” de James Hilton, a los 20 años Perry se fue la India en busca de la Iluminación. El viaje duraría 21 años: 6 como secretaria y discípula de su Gurú -el octavo Khamtrul Rinpoche-, 3 en un pequeño monasterio en Lahaul y los 12 restantes profundizando su espiritualidad como eremita en una cueva a casi 4,000 pies de altitud en los Himalayas.
“Por eso muchos me dicen la ‘mujer de las cavernas’”, ríe.
“Para muchos occidentales meditar es sinónimo de no hacer nada o huir del mundo, ¿Cómo nos explicas lo que hacías allá arriba?”, le pregunto.
Los ojos azules de la Venerable Tenzin Palmo sonríen. “¡Meditar es un trabajo muy arduo! Usualmente cuando estamos en sociedad jugamos varios roles frente a los demás. Pero allá arriba no hay nadie, no hay ningún papel que jugar, ninguna identidad en la cual refugiarte. Meditar es averiguar quién eres realmente cuando no estás jugando ningún papel”.
“¿Y qué beneficio tendría eso?”, quiero saber.
“No sé, en el budismo no pensamos que es cuestión de beneficios… Yo hice lo que tenía que hacer gustosamente, minuto a minuto. Nunca me preocupé por llegar a la Iluminación o convertirme en la ‘mujer de las cavernas’. Es más, nunca me pasó por la mente que mi vida pudiera interesarle a alguien”, arquea las cejas y bajo su cabeza rapada, la frente se pliega.
“En todo caso el ‘beneficio’ no es personal. Es como cuando algo nos duele y vamos al doctor. Obviamente esperamos que sepa de qué está hablando. Bueno, para que un doctor sepa curar nuestro cuerpo necesita muchos años de estudio y práctica. Otro tanto ocurre con el espíritu. Se necesitan muchos años y esfuerzo para familiarizarse con él y curarse uno mismo. Sólo entonces puede uno entender y tratar de paliar el dolor de los demás. Así que para mi esos años en la montaña fueron como una olla de presión en la que me cociné muy lenta, pero muy profundamente”.
“¿Alguna vez en esos 12 años pensaste ‘al diablo con esto’, me regreso a Londres’?”
No hay duda, ni titubeo en la respuesta. “Nunca. Yo estaba en el único lugar del mundo donde me interesaba estar. Era un lugar geográfica y espiritualmente muy vasto”. Sus ojos se pierden en el paisaje de un Himalaya interior. “Creo que fueron los años más felices de mi vida”.
Pero el sueño terminó abruptamente: un día un soldado chino llegó hasta su guarida en la montaña para notificarle que su visa había vencido tres años atrás y que debía abandonar el País en 48 horas. “Creo que era la señal para regresar”, reflexiona no sin cierta nostalgia.
De vuelta en el mundo, Tenzin comienza a enseñar en Italia. En su mente va tomando forma a una vieja inquietud de sus años con Khamtrul Rimpoche: crear un convento donde las monjas budistas puedan desarrollar todo su potencial espiritual e intelectual, recibir la más alta ordenación monástica y revivir el linaje de las yoginis contemplativas.
En 1993 comienzan los trabajos para crear el convento del “Jardín del Auténtico Linaje” en la India. Para divulgar su mensaje y conseguir fondos para la construcción del convento, Tenzin Palmo –alguna vez eremita del Tibet- se puso a recorrer mundo; hoy 60 mil páginas de Internet la mencionan de alguna manera. Los ojos azules de Tenzin se abren desmesuradamente. “¡¿60 mil?!”
“62 mil 900 para ser exactos. ¿Qué se siente ser una ‘celebridad espiritual’?”, pregunto.
“Bueno, seré una ‘celebridad’ en el reducidísimo mundo del budismo occidental. Por lo demás, puedo salir a la calle y nadie sabe quién soy. Solo soy,” con una sonrisa de oreja a oreja apunta a su tradicional hábito azafrán, túnica color tinto y cabeza rapada, “una mujer que se viste y se peina medio rarito”.
“Para muchos también eres una especie de Dalai Lama femenina”, insisto.
Tenzin Palmo echa la cabeza atrás y deja escapar una sonora carcajada. “¡Dalai Lama! ¡No, por Dios! Hay muchas otras mujeres budistas que han hecho más que yo –como Pema Chondron- yo soy sólo una del montón”.
“Sin embargo, hoy por hoy, Tenzin Palmo es sinónimo de ‘encontrar la Iluminación como mujer’, ¿es esta una caracterización correcta de lo que te propones?”
Tenzin medita un momento, luego con una voz suave y acento inconfundiblemente británico dice:“Si, quiero que las monjas sean mujeres de primera y no hombres de segunda. El problema es que el budismo se ha convertido en un ‘club de niños’ y las niñas deben jugar aparte. A pesar de que las escrituras dicen que en cada uno de nosotros hay un Buda en potencia, la realidad es que la mujer se considera una reencarnación inferior: según los linajes (tradiciones) actuales, sólo se puede lograr la Iluminación plena en un cuerpo masculino”.
Una chispa de indignación cruza por las pupilas de Tenzin Palmo, advirtiendo que quizá el acento no es lo único que queda de Diane Perry. “En consecuencia ellos reciben una educación muy buena –como la que yo recibí de mi Gurú-, mientras que a las monjas sólo se les enseña a ser empleadas domésticas, descuidando su formación teológica y filosófica. Ellas no tienen acceso a las altas órdenes monásticas, solo al noviciado. Pero el Buda nunca discriminó a las mujeres: él aceptaba la igualdad de los sexos en la búsqueda de la Iluminación, es lo que pasó después…”.
“Me suena familiar”.
Nos reímos: Al parecer las habas machistas también se cuecen en el Tíbet. “¿Por qué crees que sea tan difícil para los hombres aceptar que las mujeres intelectual y espiritualmente podemos lograr lo mismo que ellos?”
“En parte es naturaleza humana y en parte es la vieja historia de los ‘chicos’: a fin de cuentas, ¿quién escribió todas las Sagradas Escrituras? Ellos. Así que hicieron de la religión su pequeña parcela de poder y ahora se sienten amenazados porque las mujeres pueden ser tan buenas como ellos o incluso”, hace un guiño, “mejores porque somos más intuitivas y menos analíticas que ellos y, al final, el camino espiritual es más un asunto del corazón que de la mente”.
“¿Qué debe cambiar para que desaparezca esta percepción de inferioridad de la mujer?”
“Creo que lo primero que debe cambiar es la mentalidad femenina: necesitamos tener más confianza en nosotras mismas. En nuestro monasterio en la India les pregunto a las novicias si creen que los hombres son mejores que ellas y dicen que sí. ¡No, no, no!”, reitera con vehemencia. “Lo que pasa es que están acostumbradas a ver a varones en todos los puestos de autoridad. Ellos son los que saben. Ellos son los que deciden. Pero no se les ocurre pensar que la diferencia no es metafísica, sino cultural: tiene que ver con la desigualdad de oportunidades. Entonces, la primera tarea es demostrarles a ellas que pueden leer, entender y pensar tan bien como los varones si se les da la oportunidad de aprender. En el caso de ellos hay que cambiar su educación: muchos lamas y monjes –incluido el Dalai Lama- nos han apoyado muchísimo porque entienden que nadie pierde con la ordenación femenina, al contrario, todos ganamos”.
“La idea de buscar la igualdad entre los sexos parece muy Occidental. ¿Es Diane Perry la que habla o cómo explicas que ninguna mujer hindú o tibetana haya abordado esta cuestión antes?”
“Más que Occidental, es mi lado femenino el que habla. No creo en la superioridad del varón o de la mujer, somos complementarios. Pero hasta ahora las religiones han hablado sólo con media voz. Necesitamos oír el complemento. Eso de desafiar la tradición es algo relativamente nuevo incluso para las mujeres occidentales. Creo que no es asunto de Oriente u Occidente sino de educación: una vez que las mujeres elevan su nivel educativo se preguntan cosas y quieren saber ‘¿de dónde sacaron esto?’ Ahí empiezan a adquirir la confianza para preguntar, investigar y cuestionar”.
“¿Entonces Tenzin Palmo quiere hacer una revolución femenina del espíritu?”
“No tenemos género cuando meditamos, pero es importante tener mujeres bien educadas, que se apoyen unas a las otras, que aporten y desarrollen todos sus talentos, no sólo su capacidad para hacer bien el trabajo doméstico. En la India, donde muchos matrimonios son arreglados por los padres, muchas veces el peor enemigo de una mujer no es su esposo sino su suegra…”
“Por lo que he oído, no solo en la India…”
Tenzin mueve la cabeza afirmativamente. “Si la suegra tuvo un mal matrimonio, quiere que su nuera también sufra y hace todo lo posible por hacerle la vida miserable. Entonces, la revolución femenina del espíritu sería que las mujeres hagamos más unas por otras, que nos solidaricemos y nos ayudemos mutuamente. La cultura no lo va a hacer por nosotras, por eso yo quiero reencarnar siempre en cuerpo de mujer. No sólo porque estoy convencida que se puede lograr la Iluminación final como mujer, sino porque hay muchas más oportunidades de practicar las virtudes de la compasión y el servicio ayudando a las mujeres a desarrollarse”.
“¿Qué mensaje quiere dejar Tenzin Palmo a los mexicanos?”
“Que cualquier camino espiritual que elijan, busquen ser uno con él. Si eres cristiano y vas a Misa una vez por semana, eso no te hará progresar espiritualmente; como no te sirve de nada meditar 30 minutos si eres budista y el resto del día no te acuerdas que lo eres. El reto es hacer que toda tu vida refleje el camino espiritual que has escogido”.
“¿Cómo logras eso en una sociedad que glorifica la ambición y el ego?”
“Creo que primero tienes que liberarte de lo que tu sociedad dice y quiere. Usa tu propia mente para determinar como quieres emplear esta vida para que valga la pena. También una buena práctica espiritual para los occidentales es aprender a alegrarnos por los demás. Cuando alguien está logrando sus metas y tiene éxito en la vida todos deberíamos alegrarnos por él o ella, en vez de hablar mal y llenarnos de envidia”.
“Un reto que para muchos de nosotros se antoja más formidable que pasar 12 años meditando en una cueva en el Tíbet”, concluyo.
Tenzin Palmo se ríe. “¡Claro! Eso es la Iluminación pero, como advirtió el Buda, también es algo que nadie puede hacer por nosotros”.
Tenzin Palmo junta las manos y agradece la entrevista. Yo hago otro tanto consciente de que me quedan mil preguntas por hacer que tendrán que esperar.
Muy buena entrevista. A mi modo de pensar o entender, creo que todos tenemos un rol en la vida y que bueno que ella encontró el suyo despues de esa intensa busqueda y que bueno que otras mujeres y hombres no busquen tan intensamente y aceptemos nuestro rol de mover los engranajes para que la rueda siga girando y que haya personas que tengan la oportunidad de meditar 24, o12,u 8, hrs. o el tiempo que puedan. Creo que lo interesante es aceptar nuestro tol e interpretarlo lo mejor e intensamente posible. Un saludo.
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