Los traileros de México tienen un excelente humor y gran práctica en resumir su filosofía de vida en las pocas palabras que caben en la defensa trasera de su camión. Alguna vez, por la carretera a Vallarta me tocó adelante una troca con tres pisos de triques usados que proclamaba orgullosamente la ética de trabajo de su dueño: “No es erensia, me costó un güevo”.
En otra ocasión, uno de esos autobuses que suelen comparecer en primera plana en Semana Santa porque se quedan sin frenos en plena temporada de romerías, expresaba la diáfana filosofía materna de su chofer: “En caso de mentada, pido mamá prestada”.
Una petición similar voy a hacer yo hoy, porque estoy segura que el 50% de mis dos lectores me va a recordar a mi mamacita en cuanto lea esto (ni modo, Ma, una raya más al tigre). Y es que si vamos a aprender a pensar es necesario hablar ya de los dos requisitos indispensables para ello: tiempo y silencio.
Utz, ya valió!, dirá alguno de ustedes, esta vieja cree que no tenemos nada qué hacer! Ora nos sale con que los dos lujos más escasos de la vida moderna son los requisitos sine que non para desarrollar nuestro potencial neuronal y humano. Pues si, pese a lo muy cacareado que alguna vez fue el “multitasking”, la capacidad de hacer 18 cosas a la vez en medio de un concierto de rock ya viene de vuelta, denunciada por arrojar resultados incompletos, superficiales y personas cada vez menos capaces de atención (ADDs) y más neuróticas. Es mejor, dicen los nuevos gurús de la productividad, darle a cada cosa su tiempo y nuestra atención indivisa pues, no sólo los resultados finales son de mayor calidad; sino que es mucho más satisfactorio al final del día haber hecho poco pero bien, que mucho y mal.
Pensar es una de esas cosas que es mejor hacer poco. Y, pensar bien y profundo necesita tiempo y silencio (o, en términos clásicos, ocio y culto). Y es que a diferencia del pensamiento crítico que se nutre de la polémica y los reflectores, el pensamiento creativo y el pensamiento ontológico son plantas de vivero. Necesitan un ambiente protegido y cuidados especiales para florecer.
Ambos -por lo menos en su fase incipiente- necesitan ser protegidos de los estragos del pensamiento crítico (en especial el ajeno) porque las ideas nuevas y la ideas profundas son a los críticos lo que la miel a las abejas: los atraen por montones. Y la gran mayoría de críticos son igual de implacables que las abejas: no cejarán hasta agotar la fuente porque de eso viven, de destruir ideas nuevas o profundas. No por nada el Gran Fritzi (Friedrich Nietzsche) le recomendaba a su Zarathustra, el innovador existencial por excelencia: “Huye de la plaza pública, ahí se cuecen vivos los pensamientos y se hacen papilla los valores”.
En la “Plaza Pública” se regurgitan chismes, ideas medio masticadas y críticas, críticas, críticas. En cambio, las ideas nuevas y profundas -las nociones y convicciones que nos hacen ser quienes somos- son las que forjamos en “nuestras horas más silenciosas”, cuando nadie nos ve: en la regadera, en compañía de la almohada, en lo oscurito cuando nos damos chance de hablarnos a nosotros mismos con la pura pelada verdad de lo que somos, lo que creemos y lo que queremos. Lo demás es ruido y apariencias.
Entonces, si queremos empezar a pensar, tenemos que comenzar a procurarnos tiempo y silencio. Lathe biosas!, decía Epicuro -maestro de los placeres sencillos- vive en el anonimato, pasa desapercibido, aléjate del circo, procura tu propia compañía. Sólo entonces aprenderás a pensar (y si, éste es el momento en que el coro me la mienta como si fuera árbitro en una final de fútbol nacional…)
Y porque usted lo pidió, van las recomendaciones para la lista de lecturas del mes:
* Peter Berkowitz: Nietzsche, la Ética de un Inmoralista, Cátedra, 2000.
* Carlos García Gual: Epicuro, Alianza Editorial, 2002 (no disponible en línea pero seguro lo encuentran el stand de Alianza Editorial de la FIL!)
mmm…
sin creencias, sin prisas, sin pendientes…
me gusta, me gusta
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Si, por eso dicen que la filosofía es la actividad más alegre del mundo: sin agendas de poder, sin dogmas incuestionables, sin tener que doblar la rodilla ante el altar de la productividad. Libre para explorar, libre para disfrutar!
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Ok, se requiere de silencio y tiempo. Tiempo no tengo, pero cuando quieres algo de verdad te esfuerzas por conseguirlo y quiero conseguirlo. Con el silencio no tengo mucho problema, de hecho me gusta. ¿Pero cómo? , ¿me siento en un sillón una hora? ¿con un lápiz y un papel para escribir lo que cerebro produzca? ¿seleccionas un tema y le das mil vueltas y lo vez desde los diferentes ángulos que puedas?¿y al mismo tiempo me peleo con mi mono enjaulado para que no divague y se vaya a otro planeta cada cinco minutos?……. ¿mas o menos asi?
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Hmmmm, es Mucho mas sencillo que eso… Con silencio y tiempo, lo primero es aprender a escuchar, a ver, a percibir. Ves lo que es o lo que quieres ver? Ves el arbol, la persona, la realidad que tienes enfrente o ves el arbol, la persona, la realidad filtrada por tus expectativas, necesidades, educacion, prejuicios, miedos? Ahi comienza todo. En la percepcion, en la atencion y en la paciencia.
Buen fin!
Claudia
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