Hoy es Día del Amor y la Amistad, y aunque no soy muy dada a estas celebraciones rosas cuyo objetivo principal es incrementar las ventas de los comerciantes y restauranteros en ese largo periodo que va de la Navidad al Día de la Madre, me voy a permitir a hacer una pequeña reflexión conmemorativa de este día.
No, no sean morbosos: no voy a hablar aquí del Amorshh y otros demonios que ya tienen suficientes propagandistas mediáticos (el 99.9% de los mensajes alusivos a este día tienen que ver con Cupido), antes bien yo me propongo hablar de la segunda (y olvidada) causa que se celebra el día de hoy: la Amistad. Misma que, si le hemos de creer a los filósofos de ayer y hoy, es más importante que ese enjambre de corazoncitos flechados que los holgazanes publicistas nos retacan hasta en la sopa por estas fechas (de hecho, la Amistad es tan, pero tan importante que sin ella no puede existir el Amor verdadero que es, por definición, all inclusive).
La Amistad, decían bellamente los antiguos, es la forma ética del Eros es decir, una forma de amor que -a diferencia del amor erótico- no nos quiere para sí; nos quiere para nosotros mismos (Guau!). La amistad quiere ayudarnos a ver lo que somos y ayudarnos a desarrollarlo en plenitud. En las hermosas palabras de Alberoni: “La amistad es una isla ética en un mundo carente de moral”.
Sin embargo, poco se escucha hoy día de la Amistad: Será porque ya no sabemos qué es eso de “forma ética del Eros”, ni con qué palillos chinos se come (pista: no es lo que ocurre en Facebook, empezando porque la verdadera amistad no se solicita, sino que se hace a lo largo de un misterioso proceso de convivencia que el zorro del Principito de Antoine de Saint-Exupéry llama “domar” y define como “establecer lazos” que nos hagan únicos para el otro).
El caso es que a lo largo de la vida conocemos a miles de personas -en la escuela, la chamba, el club, las reuniones sociales, los viajes, etc- pero sólo un puñado de ellas las consideramos nuestros amigos. E incluso entre estos, dice Aristóteles, hay niveles:
Primero están aquellas personas cuya compañía nos es placentera: los cuates o conocidos que nos hacen pasar un buen rato, o con los que salimos de antro porque son divertidos, nos resultan interesantes o simplemente porque les gusta lo que a nosotros nos gusta. Los llamamos nuestros amigos y pasamos mucho tiempo con ellos, aunque nunca se nos ocurriría contarles nuestras intimidades.
Un segundo nivel les corresponde a esos amigos que tienen ciertos conocimientos (sabe inglés o computación o reparar una gotera) o que tienen acceso a algo que nosotros queremos (trabaja en la compañía a la que quiero entrar) o que nos pueden conseguir algo o presentarnos a alguien que deseamos conocer. Son lo que vulgarmente llamamos “conectes”, nuestra red o “network” profesional (LinkedIn), esas personas que -de una u otra forma- nos hacen favores y nos son útiles, pero a los que difícilmente les daríamos las llaves de nuestro hogar.
El tercer y último nivel -dice Ari- es el de nuestros verdaderos amigos: ese puñado de personas con las que no sólo nos la pasamos bien y nos son útiles (nos acompañan a un concierto, nos echan la mano si nos vamos a mudar, etc) sino que además nos aceptan tal cual somos (difficult!) y quieren siempre nuestro bien (more difficult!).”Ninguna forma de amor -escribe Francesco Alberoni- respeta tanto la libertad del otro como la amistad: es una relación que no soporta patrones ni carceleros, ni dependencias, ni militancias u obligaciones”.
La amistad en este tercer sentido es esa “forma ética del Eros”, es isla en un mundo sin moral donde nos refugiamos y a la que acudimos para seguir adelante. La Amistad de este tipo -la pongo en mayúsculas porque es nombre propio y difícilmente tendremos más de dos en un momento dado- es una relación de amor abierta que no exige ser “hasta que la muerte nos separe” para ser real. Sin embargo, también tiene sus virtudes que ningún San Pablo ha cantado hasta ahora.
Así que hay les va la lectura de mi epístola a los Internetienses sobre la amistad: La Amistad genuina es generosa pero da sin que le pidan y recibe sin exigir. Es discreta: no agobia ni apabulla con sus problemas o basura tóxica. Está libre de celos y exigencias: es un don ocasional, un lujo, vino de cosecha excepcional no agua de uso. Es tímidamente recíproca: no monopoliza la conversación, ni el tiempo juntos, pero -aunque jamás lo exija- también necesita ser escuchada.
No se presta a chantajes ni a recriminaciones (¿por qué nos me has hablado?) pues es una relación entre personas libres e iguales NO entre adultos codependendientes (go to the shrink, baby!). Jamás solicita ayuda para hacer cosas malas pues dejaría de ser amistad y pasaría a ser complicidad (remember Maciel). No exige la fusión erótica sino que su fin es el encuentro de almas. No habla de nuestras cosas con terceros, ni presta oídos a críticas pues sabe ser leal a la confianza que le hemos otorgado. No impone creencias sobre el otro, ni ata o esclaviza pues no está condicionada a que creamos lo que el amigo cree (si no eres de mi fe o partido, córtalas, córtalas para siempre!).
Antes bien, la verdadera amistad comparte y deja en libertad porque la amistad es, ante todo, una celebración de la individualidad del otro, un privilegiado internarse en el fuero íntimo ajeno no para curiosear morbosamente, ni para cambiar al otro, educarlo o solucionar sus problemas, sino por el puro y duro placer y necesidad vital de contar nuestras cosas en voz alta y compartirlas con otro ser humano que, como nosotros, también necesita mirarse en unos ojos comprensivos que lo ayuden a entenderse y ser mejor persona.
Shut the computer, go make REAL friends! Y si los tienes: házles saber lo mucho que los aprecias (sin mails de cadenita, ¡por favor!)
Mis recomendaciones de lectura para recuperar el sentido auténtico de la amistad:
-Francesco Alberoni. La Amistad. Editorial Gedisa (magnífico libro al que le hicieron un enorme desfavor en la edición plagada de errores tipográficos y faltas de ortografía)
-Antoine de Saint Exupery: El Principito (capítulo 21: El Principito y el Zorro)
– Aristóteles: Ética, Capítulos 9 y 10 sobre la Amistad.
PS. Las ligas a librerías las pongo para que se den una idea de la edición y el precio, no porque me den comicha. En el Zoo somos rabiosamente libertarios así que, ultimada-madre-mente, compren sus libros donde quieran, puedan y les venga en gana. Amén.
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