Ratzinger y las Virtudes Yin

surrenderAl llegar el Año Nuevo, los chinos no intercambian el típico y gastado saludo de “¡Feliz Año!”.

Más bien, cual Hegelianos en potencia, se dicen: “ojalá se te conceda vivir en tiempos interesantes”.

Y es que los chinos (igual que Hegel) saben que los días felices no son necesariamente los más intensos de nuestras vidas. Por eso prefieren tiempos moviditos, tiempos que los saquen del surco de la rutina y los lleven a usar los engranes y tornillos neuronales que en la calma chicha de la vida diaria ni sabemos que existen.

Pues bien, apenas amanecer el Año de la Culebra y ya se nos concedió el deseo: tras la primera renuncia papal en más de siete siglos, los nuestros son tiempos interesantes. Tiempos que obligan al pensamiento a detenerse en seco y volver atrás, revaluar y tratar de comprender.

No voy a hacer aquí un recuento de las lecturas (basadas en puras especulaciones y sueños guajiros) de las razones de Benedicto XVI para abdicar del Trono de San Pedro. Motivos, sólo él y su Dios los conocerán a fondo. A mi lo que me interesa -lo que provoca a mis neuronas a pararse a pensar- no es la grilla vaticana, sino el gesto humano de decir “no más”.

La Otra Voluntad

Simone Lucie Ernestine Marie de Beauvoir (Simone de Beauvoir, pá las cuadernas), acuñó un término para esos momentos fugaces que ocurren en lo más íntimo de nuestro ser y nos llevan a tomar una decisión que afectará el resto de nuestras vidas: Instante Existencial.

El Instante Existencial es la culminación de un largo proceso de deterioro de nuestros ideales, de nuestras creencias, de nuestras energías físicas y mentales. Aunque puede ser positivo (“esto es lo que voy a hacer el resto de mis días”), el Instante Existencial es más frecuentemente negativo: “Esto no va más”.

Las buenas biografías están plagadas de Instantes Existenciales pero -en la vida de los grandes hombres- pocas vez nos toca ver uno de ratzinger-ntx-01estos momentos en vivo. Y es que el Instante Existencial es también un momento de suprema vulnerabilidad y a ningún hombre en el poder le gusta parecer débil.

Eso quizá para mi sea lo más provocativo de la renuncia papal: la exposición de vulnerabilidad, la admisión de debilidad, el reconocimiento público de haber llegado al límite de sus fuerzas. No es algo sencillo de hacer: no a la sombra del ejemplo heroico de Juan Pablo II, no a sabiendas que eres uno de los hombres más influyentes de la Tierra, no para un hombre que se dice auxiliado por el Espíritu Santo, seguramente NO para un alemán.

Lo que la renuncia del Papa deja entrever es la existencia de esa otra voluntad -no la que se esfuerza y suda en pos de sus logros, no la que nos acicatea a “ser como dioses” y que siempre elogiamos como motor de metas cada vez más elevadas- sino la voluntad humilde, quizá la más humana de las dos: la que hace un recuento de sus tropas y, al encontrarlas insuficientes, se atreve a decir “no puedo”, “no más”, “hasta aquí”…

Virtudes “Femeninas” y Virtudes “Masculinas”

No me gustan mucho estas divisiones de género, pero el Tao Te Ching, la Cábala y la Psicología de Jung coinciden: hay dos maneras de ver y relacionarse con el mundo.

Una es “masculina” -la que nuestro mundo Occidental ha entronizado (de hecho virtud viene de la palabra latina “vir”/fuerza, misma que está en el origen del adjetivo “varón”) y que supone el uso de la fuerza, el dominio, la disciplina férrea, la conquista, la autoridad, el logro, la victoria a cualquier precio.

images-1La otra manera de relacionarse con el mundo y los demás -que ha vivido por años en la sombra- es “femenina” y supone la ternura, la vulnerabilidad, la comprensión, la amistad, la misericordia, la renuncia, el saber ceder y aceptar la propia debilidad.

Las primeras -dice el Tao- son virtudes Yang (masculinas), las segundas virtudes Yin (femeninas).

Independientemente del género, las masculinas -coincide Jung- son las virtudes del ego y presiden la primera mitad de la vida. Las femeninas son las virtudes de la trascendencia y deben guiarnos hacia la sabiduría de la vejez.

Aunque en nuestro mundo racional y auto suficiente solemos entronizar tan sólo las virtudes Yang que nos llevan a más logros y mayor independencia, no es menos cierto que -como dice Alasdair McIntyre- reconocer nuestra insuficiencia y dependencia humana también es cuestión de virtud.

La Humanidad del Yin

Son las virtudes Yin o femeninas, las que -especialmente en la enfermedad o la vejez- nos llevan a aceptar que no somos omnipotentes sino seres limitados, humanos necesitados de la solidaridad y misericordia de los demás.

Estas virtudes desinflan las ínfulas del ego, nos completan como personas y nos llevan -coinciden Jung y la Cábala- a la plenitud de lo que significa ser humano.

No por nada el Tao de Lao Tzé recuerda que el camino del sabio consiste principalmente en “hacerse femenino” o, lo que es lo mismo,relajar nuestro afán de dominio, renunciar al tráfago del poder, de los honores, del ego y de sus ambiciones. De lo que se trata la segunda mitad de la vida es de liberarnos de la tiranía del ego que siempre quiere más…

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Para mi es el mensaje de la renuncia de Ratzinger.

Porque si Juan Pablo II en su heroísmo encarnó las virtudes del Yang y enseñó a los que sufren a nunca darse por vencidos, Ratzinger nos recuerda el valor de las “virtudes Yin” tan olvidadas y vituperadas en nuestro mundo egocéntrico: aprender a ceder el poder, atreverse a no ser el primero, reconocerse insuficiente, vulnerable, débil. En una palabra, reconocerse humano, humildemente humano.

8 comentarios

  1. Me encantó la forma en que interpretas la situación, independientemente de cuáles sean las razones, es maravilloso el concepto del “instante existencial” y cómo relacionas las enseñanzas de Lao Tzé y las decisiones que tenemos que tomar en algún momento de nuestras vidas.

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