LO QUE APRENDIMOS EN LAS FIESTAS INFANTILES
En un post más antigüo, les conté que allá en mi infancia las odiosas fiestas infantiles estaban plagadas de jueguitos cuyo objetivo era que “aprendiéramos a socializar”.
Nos metíamos hasta la cintura en un costal de papas e íbamos brinco y brinco hasta la meta; o nos comíamos contra reloj una manzana que pendía de una hilaza; o había que aporrear una piñata hasta romperla y abalanzarnos sobre el botín y, a golpes y arañazos, acaparar una fortuna de dulces para evitar que alguien más se los llevara. O jugábamos a las sillitas musicales, donde no hay suficientes para todos y el que se queda de pie al final de la música es el perdedor.
Desconozco quien fue el “genio” pedagógico que inventó todos esos juegos, lo que si puedo decir es que si la filosofía que subyace este entrenamiento “para socializar” es dudosa (por no decir nociva), los hábitos generados en tales pasatiempos lúdicos se nos ha quedado tan grabados, que la mayoría de los adultos seguimos “socializando” bajo su influencia.
De hecho, lo que aprendimos en estos juegos infantiles es -hoy por hoy- el fundamento de nuestra conducta cotidiana.
Y es que, bien visto, ¿qué fue lo que aprendimos en esas fiestas infantiles?
1. A competir hasta la ridiculez (el saco de papas).
2. A consumir lo más aprisa que podamos sin disfrutarlo (la manzanita).
3. A destruir violentamente la fuente de bonanza, abalanzarnos sobre los bienes y acapararlos para evitar que se los lleve alguien más (la piñata).
Y, lo más importante de todo:
4. Aprendimos que en la vida no hay suficientes bienes para todos y por eso debemos ser ágiles para el agandalle y pisar o dar de codazos a los demás para garantizar que sean otros los que se queden sin nada (las perniciosas sillitas musicales).
LA MENTALIDAD DE ESCASEZ
Como ven, los “juegos de antes” no eran ni menos antisociales ni violentos que los actuales videojuegos.
Sin más tecnología que un costal, una silla y un cántaro forrado de papel, a nosotros -y a nuestros padres, antes de eso- nos educaron en las ideas que subyacen la actual crisis mundial: competencia, consumo, destrucción, acaparamiento y agandalle.
Conductas todas que surgen de esa idea -que no sólo subyace al juego de las sillas sino a nuestra enfermiza relación con el dinero- la convicción de que no hay suficiente para todos y que no seré yo quien se quede sin nada.
Es esa “mentalidad de escasez” la que nos hace vivir para trabajar (en vez de trabajar para vivir); ese creer que no alcanza para todos lo que nos hace acaparar más de lo que necesitamos (y hasta abordar un vuelo!!); es la creencia de que nos vamos a quedar sin nada lo que nos permite tratar a los demás como cosas o como enemigos; es, en fin, el “no hay para todos” lo que nos decimos para acallar a la conciencia cuando nos dice que lo que hicimos no estuvo bien…
“Es que no hay suficiente para todos y yo…
Tengo que ver por mi.
Quiero asegurar el futuro de mis hijos.
No les puedo pagar más a mis empleados.
No pienso llegar a la vejez sin nada.
Ayudaré a los que menos tienen cuando tenga suficiente.”
LO SUFICIENTE: UN BARRIL SIN FONDO
El problema, notado y anotado por más de un experto, no es que trabajemos, ahorremos e invirtamos para tener lo suficiente.
El problema es que “lo suficiente” es una medida más flexible que un gurú de la India y una tierra más inexistente que la Utopía: para quien no tiene nada, “lo suficiente” es lo que le permite vivir; para quien tiene para vivir, lo “suficiente” es lo que le permita “vivir dignamente”; para quien vive dignamente, “lo suficiente” será darse un lujito; para quien se da un lujito, “lo suficiente” será lo que le permita dos o tres lujos más caros, más frecuentes, más costosos…
El caso es que mientras no lo hagamos consciente, eso que llamamos “lo suficiente” es un horizonte que retrocede conforme avanzamos hacia él.
Por eso, a lo largo de nuestra vida -seamos ricos, pobres o multimillonarios- todos creemos que “lo suficiente” sería tener tantito más, vivir un poquito más holgados, tener dos carritos en vez de uno, ahorrar un colchoncito más mullido para los tiempos malos, para el retiro, para la enfermedad, para la vejez…
Lo malo, como veremos la semana que viene, es que el juego de las sillitas no tiene fin y, en aras de no quedarnos sin la nuestra, nos partimos el lomo y luchamos contra los demás sin darnos cuenta que la vida se nos acaba sin llegar a disfrutarla.
La semana que entra: Definiendo lo suficiente
Para leer más: Enough: True Measures of Money, Business and Life de John Bogle, Stuff: Compulsing Hoarding and the Meaninig of Things de Randy Frost et al
“Lo suficiente” es un horizonte que retrocede conforme avanzamos hacia él. Qué buena frase
Me gustaMe gusta
Y taaaan inofensivos que parecian esos jueguitos infantiles….aunque eso de partir a palazos a Batman, Cenicienta o Barney nunca me parecio eh! Creo que nuestros pobres heroes recibian eso si …SUFICIENTES palazos!! Pero es cierto….nunca tenemos suficiente…. y claro lo aprendimos desde chiquitos!! Como jugando!! Te imaginas el mundo del futuro….ya viste los juegos horrorosos que juegan en el xbox…que meiooooo….lo que le espera al mundo futuro….
Me gustaMe gusta
Muchas gracias por sus articulos, siempre son para meditar….
Me gustaMe gusta