LA HORRIBLE VERDAD
La semana pasada hablamos de las Necesidades Reales y las Psíquicas y vimos como, según Kenneth Galbraith, la economía moderna se dedica a excitar estas últimas para que compremos, compremos, compremos…
Claro que adoptar un estilo de vida consumista es una decisión sumamente personal y respetable: digo si a uno le gusta tener la casa llena de triques y la tarjeta de crédito a tope, pues muy su cuento.
Desgraciadamente, ese cuento tiene repercusiones bastante negativas no sólo para quien lo cuenta, sino para todos los involucrados en el proceso de producción de ese montón de triques en que gastamos nuestro dinero.
Y es que, según la organización slaveryfootprint.org, en el proceso de producción de esos bienes superfluos participan decenas de esclavos.
Si, leyeron bien: ESCLAVOS.
Las industrias automotriz, tecnológica, textil, alimenticia, cosmética y de joyería son notoriamente esclavistas.
Al grado que en pleno siglo 21, hay 27 millones de hombres, mujeres y niños que, para satisfacer sus Necesidades Reales, soportan todo tipo de vejaciones y maltratos bien sea extrayendo la materia prima o transformándola en esos triques con los que nosotros satisfacemos nuestras Necesidades Psíquicas o de Ego.
Y, como demuestra la encuesta de slaveryfootprint.org (misma que les animo a contestar), no se necesita ser un consumista empedernido, ni un hacendado sureño para ser esclavista. Basta tener un auto, un clóset lleno de ropa, una casa llena de gadgets para ser corresponsable de la esclavitud de al menos 38 personas en el mundo.
Nadie se escapa: en mi caso -siendo alérgica al shopping, a la joyería , a los cosméticos y a los trapos- me pierde mi irredenta y amarilla pasión por la tecnología al grado de que me duele reportar que tengo 49 esclavos trabajando para mí (¡Sancte Gandhi, ora pro nobis!)
EL TRAPITO
¿Implica esta horrible verdad que debemos de convertirnos es ascetas y renunciantes, gente que tiene un sólo cambio de ropa interior (¡fuchi!) y practica la autoflagelación shi’ita para expiar los pecados del mundo? ¿O se trata de una estrategia para aguarnos la fiesta y crearnos esa culpa moral en la que se basaron las religiones de antaño?
De ninguna manera. El asunto no es sentirnos mal o darnos golpes de pecho porque eso -como demuestran 20 siglos de tradición occidental- no remedia nada. El asunto es ser conscientes del problema porque sólo así podemos dar pasos pequeños y firmes hacia una solución.
Y nuestros patrones actuales de consumo SON un problema. Para nosotros. Para los demás. Para el Planeta.
Así que, la próxima vez que andemos de shopping, no está de más hacer la distinción de Galbraith: ¿Es esto que voy a comprar una Necesidad Real o una Psíquica? Y si es Psíquica, ¿estoy segur@ que esta marca o empresa no utiliza esclavos en el proceso de producción?
La misma slaveryfootprint.org sostiene que muchas marcas prestigiadas no lo saben pues no les interesa enterarse cómo hacen sus proveedores para extraer la materia prima barata que les venden.
Por eso, la organización Made In a Free World (MIAFW) ha iniciado una campaña para obligar a las grandes marcas a enterarse de dichos procesos y erradicar la práctica de la esclavitud. Y cada uno de nosotros puede ejercer presión a sus fabricantes favoritos a través de esos molestos y ubicuos celulares.
Lo único que hay que hacer es bajar la aplicación de slaveryfootprint y cuestionar a las marcas sobre su proceso de producción ANTES de comprarles. E incluso si al final decidimos que no podemos vivir sin el iPad 4 o el diamante DeBeers al menos hemos comunicado al productor que somos conscientes de sus prácticas y que su imagen está en entredicho.
Pero eso es solo la punta del iceberg de lo que podemos hacer.
Hoy por doquier hay iniciativas -grandes y pequeñas- para ayudarnos a meter en cintura al Ego y desprendernos, no sólo de tanto trique innecesario que rodea nuestra vida sino, más urgentemente, de la nociva creencia de que “vales por lo que tienes” que alimenta el interminable consumo de bienes cuyo fin es una satisfacción existencial tan superficial como pasajera.
Si tan solo tenemos la voluntad de seguir esta y otras iniciativas, el mundo puede ser ese lugar que todos decimos querer y que, sin embargo, destruimos con nuestros pequeños actos y hábitos cotidianos…
Muchas gracias por tan valiosas aportaciones Claudia, realmente nos hacen tomar consciencia.
No pude dejar mi comentario en la anterior de Dinero y Espiritu, gracias por ambas.
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